Las flores son de culpa
El día de las madres me dirigí a un super-mercado a comprar un regalo para mi mamá, casualmente se sentía una vibra especial, seguro por ser un día lleno de agradecimiento, amor, gratitud y mensajes de alegría a quienes nos trajeron al mundo. Estaba montado un escaparate con todos los posibles regalos para las mamás; figuras de peluche, globos, adornos, dulces y los combos no podían faltar. Sin embargo, particularmente me conmovió el pasillo de las flores, no habían diferencias, solo habían muchas personas, flores e historias detrás de cada ramo, todos querían llevar flores.
Las flores son de culpa pues en su naturaleza esta lo que nos hacen sentir. Pierden vida y sin embargo cambian vidas, en nuestras manos nos permiten conmover a cualquiera, su fuerza es un misterio… No mueren, a pesar de ser arrebatadas. Culpables del enigma de su encanto, culpables de encantarnos.
Las flores son de culpa pues nos roban sonrisas. Aunque el motivo sea realmente culposo, dar flores conmueve la mirada, elegirlas es un juego de seducción que no se detiene hasta encontrar las indicadas. Imaginar entregar las flores es una historia constante en nuestra cabeza que nada más así causa alegría al pensar en la expectativa que estas podrían causar. Culpables del amor que nos hacen sentir.
Las flores son de culpa pues es casi imposible no cuestionarlas. Andarse con flores puede convertirse en un camino en el que se siente la pesadez de los pasos, en el que cada movimiento debiera ser medido con precisión pues la dicha o la culpa definitivamente esta en nuestras manos. Culpables de cada pregunta que surge cuando andamos con ellas por ahí.
Las flores son de culpa pues nos dejan sin palabras. No hay mucho que decir si de pronto te apareces con un ramo de flores, las palabras sobran. Dicen más las miradas, las intenciones y el mensaje que representan cuando simplemente no queda nada que decir. Culpables de dejarnos así…. sí, así.
¿Entonces por qué la fascinación por las flores? ¿Será que hemos creado un sensacionalismo sobre ellas o es que simplemente hay algo mágico que no nos permite resistirnos con facilidad? Entonces cuestioné su culpabilidad ante nuestras debilidades y pude concluir que la culpa no es de las flores, es nuestra.
Somos culpables de sentirnos dichosos al recibir flores en los momentos más precisos, pues es cuando significan algo especial. De no poder resistirnos de sonreír frente a un ramo de las flores preferidas, de que cualquier mensaje, disculpa, agradecimiento o felicitación sea totalmente válido si va acompañado de flores. De sentirnos nerviosos, observados, emocionados e incluso enamorados cuando nos andamos con flores por ahí, de sentir las miradas sobre nosotros y de inventarnos historias de película para excusar tan raro acontecimiento. De no poder decir nada, pues las flores son más que suficientes.
Existe una indudable debilidad ante las flores, hay quienes podrían decir que es principalmente en las mujeres, sin embargo yo creo que todos nos hemos podido sentir nerviosos, enamorados, alegres o tristes al dar o recibir flores esperando que estas reconforten cualquier sentimiento.
Las flores son de culpa, pero la culpa no es de ellas, es nuestra; si te doy flores, la culpa es mía por hacerte sentir así, como sea que te puedas sentir.
 
		    				         
								        
								        
								       

