Cuestionar todo.
Cuestionarlo todo es un arma de dos filos; como un insaciable deseo por saberlo todo, por querer descubrir el fondo de cada una de las situaciones, unas ganas de desenredar un embrollo que probablemente no tiene fin. Sin embargo, también da una sensación de alivio, de auto-conocimiento, de descubrimiento y de amor por uno mismo. Yo cuestiono todo.
Hay una pregunta que por lo menos a mí me pone nervioso pues nunca sé qué contestar. Es constante, es de todos los días y no es qué quieres comer… «¿Y tú?» y tú cómo estás, tú qué haces, tú que piensas, tú que harías…. Interminable lista de preguntas que se presentan en cualquier conversación con la aparente intención de nuevamente cuestionarme todo.
Creo que con los años (siempre exagero en esto) nos vamos haciendo más consientes de las cosas que hacemos y a qué dedicamos nuestro tiempo. Muchos maduran, otros nos quedamos por un ratito más, algunos no saben qué onda y simplemente se dejan llevar y es ahí donde resuelvo mi cuestionamiento: ¿Dónde debemos estar?
¿Dónde debemos estar? cuestiona muchas cosas que ni siquiera sabemos, esa sensación extraña de no saber si vas por el camino correcto o si estas tomando las decisiones correctas. Pasa todo el tiempo, cuando uno decide interponer un deseo propio por uno del grupo al que pertenece, que se siente como si estuviera mal, sin embargo no tiene nada malo en lo absoluto. Es la culpa que nos crean los deseos propios -no egoístas- , los sueños que nos hacen volar alto y que nos causan más miedo.
Entonces concluí, estamos en el lugar que nos hemos ganado, por el cuál hemos recorrido un largo camino (nuestra corta o larga vida), en el cuál en algún momento creímos y que tal vez ahora lo vemos de manera distinta y es respetable quién ame ese lugar, lo viva y lo disfrute, sin embargo ante la duda, deberíamos cuestionarnos todo, cada movimiento, cada gesto, cada abrazo, cada actividad que realizamos con la intención de dejar de hacer lo que hacemos por hacer lo que queremos. Esta es una decisión que seguramente nos costará más de lo que nos imaginamos, sin embargo el tiempo corre de una manera tan impresionante que sería un desperdicio vivir un día sin hacer lo que realmente nos apasiona. Aplica para todos los ámbitos: trabajo, estudios, pasatiempos, relaciones, etc.
Todo el tiempo nos imaginamos y pensamos en el amor, la vida, las relaciones, los pasatiempos, las metas y muchas cosas más. Dejamos el amor propio hasta el final, no por nada, pues es uno de las reconocimientos más difíciles. Reconocer que debo tomar X decisión por mi mismo, que debo superarme a mí, que debo hacer lo que me gusta, que debo cambiar algo que ya no me satisface. Amar es cuestionar, pero también es vivir.
Yo me cuestiono todo.
 
		    				         
								        
								        
								       

