El miedo
Dicen que los adultos no tienen miedo, que al crecer van forjando carácter y son capaces de vencer cualquier cosa. Yo creo que existen momentos que nunca dejan de darnos miedo.
Miedo es una palabra que asociamos con una debilidad, algo que no podemos vencer o que simplemente no toleramos. Pienso que más que nada el miedo es un sentimiento tan fuerte que a veces nos domina, sin embargo, también tiene reacciones que a veces se convierten en fortalezas o temperamento.
Si te pones a pensar, más de una vez te dijeron la frase «no tengas miedo«, como si no querer tenerlo realmente te lo quitara… El miedo es un sentimiento maravilloso, inmensamente profundo y que se vuelve parte de nosotros. Claro que existen miedos que tenemos que superar para poder desenvolvernos, pero hay situaciones que aunque crecemos nunca dejan de darnos miedo y es ahí donde se concentra la inocencia, los recuerdos, las añoranzas y ese insípido sabor de boca cuando te das cuenta que el tiempo no se puede detener.
Hay caminos que siempre seguimos, como la calle que nos lleva a la escuela y que hemos pasado por años sin darnos cuenta de lo mucho que ha cambiado. Hay historias que por más que dejamos de contar y que nos prometemos que vamos a superar, nunca dejan de ser temas sensibles y que nos cuesta hablarlos. Hay canciones que nos remontan al tiempo exacto en que las escuchamos la primera vez, que a veces hasta fingimos olvidar la letra con tal de no adentrarnos en todo lo que nos hacen sentir. Así pasa con el miedo, nunca se va…
El miedo de bajar las escaleras por la noche. Que por más que crecemos no dejamos de pensar en el monstruo que se nos podría aparecer.
El miedo a estar solo en casa. Cuando el más mínimo ruido en las puertas y ventanas se convierte en una película de terror.
El miedo de recibir una llamada de alguien que no esperas. Junto con todo lo que pasa por nuestra mente durante esos segundos que te tardas en contestar.
El miedo a lo desconocido. Al llegar a un nuevo ambiente, conocer nuevas personas y sentirte inadaptado por un rato.
Hay miedos que se transforman y se intensifican, sería imposible que no fuera así con el contexto y las experiencias que los años le dan a nuestra vida. Sin embargo, ese miedo auténtico que desarrollamos desde chicos es lo que nos hace seguir siendo niños.
No importa la edad ni el momento, hay un miedo que se siente hasta los pies justo igual que como lo sentiste la primera vez.
El miedo que nos deja seguir siendo niños.


