¿Por qué nos gusta la lluvia?
No le falta sol, no le falta día, igual es de día pero sabe diferente. Entre gotas cuenta historias y no se sabe en otro idioma, en la lluvia fluye su espacio, se disipa intermitente.
No es que su presencia sea ausencia de luz, ni que las nubes oscuras embriaguen su aparición constante. Es el olor que la lluvia otorga, es la forma en que nos mueve, es aquello que se siente cuando el cielo no para de llorar.
Entonces la lluvia es referencia: con su olor inconforme realza un malestar en el estómago que también puede ser reconfortante, que agrada y provoca pensar. Con el ruido detrás de la ventana, que con sus límites crea fanatismo, que levanta el interés que nos resguarda de no empaparnos, empapados de recuerdos. Con las horas que pasamos en la lluvia, latente espera que alarma, en constante conato de cesar… Esa espera, es mucho tiempo, muchas cosas que se nos ocurren hacer.
Por eso de lluvia te necesito más, de lluvia pienso en ti, de lluvia suenan tus canciones y en la lluvia me entiendo mejor. Cuando llueve me inundan ideas, invento palabras y recuerdo tantas cosas. En la lluvia quiero todo, quiero nada, me invento espacios y me lleno de energía.
De pronto empieza a llover, sin previo aviso nos dirigimos a todos lados que nos alejen de ella. Nos encontramos en el lugar donde ya no podemos hacer nada, pero queremos hacer todo. La lluvia así es, nos manda en aislamiento para encontrarnos. La lluvia nos inspira.
Por eso nos gusta la lluvia.

